Mundo fijo a mi mundo.

No era persona de fotos, siempre pensé: con los dos lentes en mi cara tengo. Para el último viaje que hice decidí comprar una cámara (de USD$120) para hacer el experimento porque bien dicen: “más vale un ojo curioso”.

Creo que ésta foto resume el viaje y me da el valor de abrir el mundo fijo a mi mundo.

A lo lejos.

A ver que tal se lee esto de casi tres años de edad...

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jueves, agosto 30, 2007.


A lo lejos.

Después de años de esperar, por fin podré ver, escuchar y sentir Explosions in the Sky, uno de los principales motores por lo que iba a regresar éste año a Coachella.

Ahora los tendremos en la rejuvenecida colonia Roma y nada más y nada menos que en La Victoria, lugar que no corresponde a mi época, pero por lo que pude percibir cuando fui a ver The Locust (recuerdo a medias) y los comentarios escuchados, se puede decir que es lugar entrañable de alguna forma, partiendo de la fachada hasta la distribución arquitectónica, espacial y acústica.

Explosions in the Sky fue uno de esos elementos que marcaron mi secundaria y preparatoria profundo. La condición humana muy nueva, muy de cerca y más real que nunca en un plano de contemplación y comprensión emocional.

Por ésta simple razón llevo una dieta rigurosa de ellos en los últimos días, sumado a su más reciente álbum, el cual puede envenenarme con el mismo poder que las especulaciones personales, confundiendo todos mis sentidos, llevándome de la mano por esos valiosos caminos, evocar ese sentimiento de pureza y vulnerabilidad de aquellos tiempos en los que quieres sacar la espada y aplastar cráneos para pedir perdón cuando te enderezas sin dejar de mirar el alcanzable cielo.

Esquema bajo el cual tuve el sentimiento y la necesidad de escribir algo al respecto:


Guardas tus sueños en la espalda, los cargas contigo lo más cerca posible del corazón por si te sienes solo, lo más cerca del cerebro por si te sientes confundido.


Te agachas con ellos para cubrirlos del mal tiempo y que al final del día, dejen marcas por haberlos mantenido así de cerca, así de apretados, así de apreciados.

Entonces empiezas a entender que están dentro de ti, exploras lo que hay dentro de ti y al ver tanto, cierras los ojos para que al volver a abrirlos, te das cuenta que simplemente fue un instante de inspiración, de auto admiración y quizá algo de lo que no quieres estar seguro para mantener el habitual sudor en la frente, tu nula contemplación.

Te empiezas a sentir un poco cansado, un poco adolorido pero relajado. Comulgas con tu cuerpo y te confiesa: has llorado tu consciencia, lágrima a lágrima corrió por la piel y no queda nada.

Lo que un día fue emoción de corazón ahora vuelve con armadura por dentro; tranquilo, pasivo y sin mucho que decir, porque eso de decir ya fue; viene a ti con mucho que hacer, de alguna forma separados y unidos a la vez, no hay dicotomía, dualidad o confrontación, no hay ayer, no hay atrás ni adelante, solo buscas atento sobre la superficie blanca y sin reflejo un punto donde descansar la vista, donde fijarla, la concentración, el objetivo. No hay puntos de fuga, el infinito te traga por los ojos y no hay hacia donde mirar más que a un sólo lugar, hacia adentro.

Sin ser el valor, la intensión o el destino lo que te hace voltear más que tu libre albedrío, te reencuentras con el niño que todos algún día dejamos atrás, el niño puro y alegre que olvidamos o negamos, no lo matamos, lo dejamos morir experiencias atrás, sentimientos atrás quizá sin darnos cuenta y que ahora desconocemos.

Te sientas a un lado en silencio, observas y crees controlar todo como es hábito y cruz. Te mira sonriendo y te desarmas. No haces el usual viaje en el tiempo porque todo en tu vida ha sido por convicción propia, por lo que crees tener todo muy presente, muy latente, eres muy astuto, por lo que analizas y preguntas: ¿qué puedo sacar de aquí?

Sin dejar de jugar el niño responde: "lo bueno, lo malo".

Explosiones en el cielo.

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Sistema nervioso: ON